lunes, 31 de enero de 2011

crónica de una mimosa



Para Aurora, in red...

A mediodía del veintisiete de enero me llega en un mensaje, ya hay mimosa. Me lo manda mi hermana. El corazón me da dos vuelcos, porque se acuerda de mí y por la noticia.

Por la tarde la llamo para que me cuente. La ha visto en el mercado. La llevaba una chica en un ramo pequeño. Dice que era muy mona. Podría inventarme una historia más campestre, pero las cosas pasan como pasan. Me recuerda a un final de noviembre milagroso. La entrada y las ramas, niebla amarilla de luz y de esponjas. Es precioso que las cosas lleguen y estemos esperando.

La mimosa es un anuncio. Un anuncio sin pretensiones que aparece en cualquier parte. Sus tallos casi se desmayan,  es su lenguaje. El mío es intentarlo.


viernes, 28 de enero de 2011

llegan vivas



Bouvet es una isla desierta. Cada mañana, cuando salgo de la cabaña que me sirve de guarida, dirijo mi estación de radio hacia el noreste. Tengo que esperar un poco. Hay un momento en que emite señales y me quedo muy quieta para atraparlas. Lanzo un mensaje al aire. 3Y, 3Y... Hay días en que el vaho helado hace temblar mi voz. Otros, cuando el sol calienta, mis cuerdas vocales vibran cálidas y ligeras, se expanden y viajan con rapidez. Luego espero.

Al atardecer, o antes según el mensaje, salgo de nuevo a la intemperie y escucho. Llegan claras y poderosas vuestras respuestas, llegan vivas. Me siento acompañada. Lo que dije por la mañana importa menos y la isla se llena de voces reales que no son la mía.

De nuevo en la cabaña, de noche, cuando el sol insiste en que no duerma, resuenan sonidos inventados. Una sonrisa, una duda. Creo que es bonito. Y pienso si también es verdad, si es bueno. Las noches aquí son cortas, no tardaré en saberlo.  

miércoles, 26 de enero de 2011

vuelvo en cinco minutos...

lunes, 24 de enero de 2011

que te salgan riquísimas

Pochas a tu estilo

Unas alubias bien buenas, dos o tres pimientos partidos en trozos grandes, una cebolla por la mitad, un tomate en pedazos, una cucharada de tomate frito, un poco de chorizo, otro tanto de jamón, más de media cabeza de ajos, una tacita de chocolate de aceite (que no esté llena), agua y sal.

Se ponen todos los ingredientes en crudo y se añade el agua que los cubra. Si se consume, se añade fría. Se cocinan despacio un buen rato, según las alubias sean de o no de bote. Cuanto mejores sean los ingredientes, mejor será el resultado, como en todo. Esmérate en esto y en ponerles cariño. Si te atreves puedes acompañarlas con guindillas. Creo en la cocina todo en crudo y de cuchara. Los míos también.

Pues eso, que te salgan riquísimas.

sábado, 22 de enero de 2011

la resistencia (otro post sobre lo mismo)

Ayer salimos con unos buenos amigos. Repetimos restaurante porque nos gusta. Es tranquilo y ponen ilusión en los fogones y en la mesa.

La cena transcurrió amablemente, hablamos de cosas cotidianas y filosofías pequeñas. Los hijos, la vida y los años éstos de la madurez. Un menú de los de todo para todos, al centro, póngalo al centro.

Cuando llegó el postre, cuatro cucharas y una tarta de tres chocolates, nos preguntaron por el café. Nos  miramos. Un café sin fumar... qué sosada. Pero venga, no queda otro remedio. El comedor empezaba a quedarse vacío, sólo tres mesas, ocho personas.

Entonces se levantó un señor de la mesa de al lado. ¿Todos fuman, no?, dijo. Se metió en la rebotica o como se llame y volvió con tres ceniceros que repartió por las mesas. Qué hermanamiento. Nos sentimos primero ilegales y partidos de risa luego. La ley no va a poder con la gente que decide que ya somos mayores para fumar en la sobremesa. Tan ricamente. Nos hubiéramos quedado más rato. Incluso pensé en una tertulia a tres bandas. Pero era tarde y nos marchamos. Nos invitaron a la tarta y me quedé muy tranquila al saber que en este rincón al menos se está gestando la resistencia.

jueves, 20 de enero de 2011

aviso a navegantes



Por ir rematando el mes corriente he decidido contar una historia real y verdadera que nos ocurrió antaño. Creo que dará tiempo, mientras cuece el puchero cotidiano.

Corrían los años... aquellos, tan marcados por los pantalones de pata de elefante, nuestros aún tacones, las hombreras cayendo hacia el codo... en fin, todos se acuerdan. Salimos a pasear mi hermana M. y yo, supongo que para algún recado porque no éramos gente de pasear para nada, entonces. Veníamos de una ciudad al norte, sobria, formal y lluviosa, de donde trajimos, entre otras cosas, una forma de estar en la calle que en nada se parecía a esta nueva. Bulliciosa, soleada y a orilla del mar éste, el nuestro, bueno, de todos. 

Ese día del que hablo habían llegado a puerto unos cuantos miles de marineros que vagaban por la calle hambrientos de tierra firme y de jovencitas primorosas, como nosotras mismas éramos.  Cuando nos cansamos de oir piropos, no de los que halagan y gustan sino de los otros, le dije a M. muy seria que al próximo que se atreviera a incordiarnos le soltaba un guantazo. Chula que era.

Al poco, un joven con la mano extendida se acercó a nosotras más de lo que en nuestra ciudad al norte nos hubiera gustado, musitando un no sé qué... no sé. Como había prometido a mi hermana que me tomaría la justicia por mi mano le soplé un bofetón considerable que por un tema de azar se quedó colgado en su cara. Y con la cara marcada, una pegatina en el dedo y una hucha de la Cruz Roja,  se quedó petrificado en postura postulante en medio de la calle llena de marineritos blancos.

Desde aquí te pido que me perdones, muchacho. No iba contigo la cosa.








miércoles, 19 de enero de 2011

a chorros

Andaba anoche de pesquisas cuando acaecieron unos hechos en mi entorno doméstico que demostraron con rotundidad lo poco de ordinario que tiene este tiempo. Me hallaba en esas búsquedas noctámbulas que digo cuando oí un goteo en la cocina. Será el lavaplatos, pensé. Pero al cabo caí en que no lo había puesto. Me levanté perezosa del sillón en el que me siento y cuando encendí la luz y pisé el suelo... no, alguien se había olvidado de cerrar todos los grifos.

Como ante las desgracias naturales las mujeres llamamos a nuestros maridos, si los tenemos y yo lo tengo, me fui a despertarle, ya dormía. Más de dos horas y media estuvimos recogiendo agua, que salía a borbotones no sólo en la cocina sino también en el baño. En mi vida he visto tal desbordamiento, una cosa exagerada. Bajaron los vecinos y mi héroe empezó a llamar piso por piso hacia arriba para que a nadie le llegara el agua hasta las sábanas. Empapamos toallas, trapos, fregonas, llenamos cubos. Un vecino llamó a los bomberos y algunos hablaban por los telefonillos, "se nos inunda el garaje, el piso".

Alguien que conoce bien las llaves consiguió cortar la general del agua. Y luego, cada uno a su casa a tender lo mojado y a descolgar cuadros y todo eso. Ni nos tomamos un vino, ni unos bizcochitos ni nada. Con lo que hubiera molado una reunión de vecinos así, con ganas de ayudarnos y en pijama.

Lo que quería contaros es que me dió por reírme, tal fue la sensación de lo fácil que era que una tubería rota inundara todo. Luego pensé que si esto le pasa a una persona mayor o sola, a ver qué hace. Porque el agua la arreglan los que saben pero, ¿quién les ayuda a escurrir las toallas?. Es más, ¿por qué los vecinos hoy no sonreían un poco?. Que anoche éramos tan amigos y hoy nada. ¿Es que se les ha comido la lengua el agua?.


martes, 18 de enero de 2011

de estreno




Felicidades Sunsi, eres una jabata. Es una suerte haberte conocido.

jueves, 13 de enero de 2011

la vita è bella

Esta mañana ha sonado el timbre para avisarme de que subía el cartero. Oh. Ingenua de mí he pensado que un paje retrasado venía a traer un imprevisible regalo en medio del tiempo ordinario.

He visto el papelito rosa. Oh. Aún cabe la esperanza de que tenga que ir a recogerlo. Al leer, oh, es el Ayuntamiento, excelentísimo, quien me escribe.

Dice que hace dos días iba mi cochecillo por una calle, aquí al lado. Y que un agente (agente rae: 3. m. Persona o cosa que produce un efecto. 4. m. Persona que obra con poder de otra. 5. com. Persona que tiene a su cargo una agencia para gestionar asuntos ajenos o prestar determinados servicios. 6. com. En algunos cuerpos de seguridad, individuo sin graduación) a saber..., iba paseando, porque iba a pie, y me vió conducir  utilizando manualmente dispositivos de telefonía móvil. Como el agente iba paseando no me lo dijo, claro.

Se han enfadado y me quitan tres puntos, que son míos y nadie me los había tocado y que además, si soy buena, sólo tendré que depositar cien euros, cien, en lugar del doble, que es lo que pagan los malos malísimos. 

Me tienen manía porque me conocen mucho. El excelentísimo ha llegado a embargarme cuando recojo a mis hijos a la puerta del colegio, cuando llevo a gente mayor al médico... me embargan cada vez que hago algo medianamente bueno. Porque el día que utilicé el dispositivo de telefonía estaba hablando de algo bueno, seguro.

A ver qué hago. Cómo les digo que no era yo quien conducía o les meto otra bola tremenda, que me obligan a ser mala. Yo también estoy enfadada. Y me acuerdo de "La vida es bella". Con lo que me cuesta reunir  puntos para el tanque de combate.


martes, 11 de enero de 2011

tiempo ordinario

Se llama ordinario al tiempo en que suceden las cosas previstas, en fila de a una. Es decir, el que viene ahora.

Con los Reyes se marchó el bullicio en casa, las visitas de primos, abuelos, hermanos, tíos... lo hemos disfrutado mucho, este año era importante que fueran  buenos días para todos. Lo han sido. Se marchó la bandeja en la mesa de centro, que cada día rellenaba de turrón y polvorones. El belén se queda un rato más... pero ese es otro tema. Ahora llega el tiempo ordinario, digo.

Ha empezado con ganas este tiempo. Aquí nada se para. Con tres adolescentes en casa lo imprevisible se hace fuerte y encuentra sitio, a codazos, o como sea, para que no nos durmamos en los laureles. Claro que esto es también previsible, normativizado, de libro.

Pues hala, a bregar de nuevo en los frentes comunes. Menos en la cocina y más en los cuartos, en el tuenti, al pie del incendio. En las tutorías y las calabazas. En los llantos de las hormonas, en los libros y cuadernos, que parecen dormidos. En las zapatillas de deporte y en los golpes que reciben y dan en los entrenamientos, en el recreo, en la vida.

Pero fíjate tú, también me gusta este tiempo. Y eso que no da tregua.

domingo, 9 de enero de 2011

magia y cacharritos (la princess de la colada)

Hoy os presentaré  un clásico entre los que me conocen; la princess. La Princess es el regalo al que más partido he sacado. No porque la haya usado mucho sino porque ha sido el nombre con el que se han quedado los regalos útiles y odiosos que no me gusta recibir. La princess.

La princess no, por favor. No quiero que los Reyes me traigan cacharritos para jugar a cocinas, prefiero algo muy inútil, mucho. Pues nada, al poco de recibir con frío desdén la famosa Princess se descolgaron con un cuchillo eléctrico. Por favor. Si quieres caldo toma dos tazas; al año siguiente me trajeron un juego de cuchillos estupendo, por fin entendieron que me gusta cortar a mano...

Este año se han superado con creces todas mis expectativas. Todas. Mi regalo ha sido muy útil, si es que fuera a usarlo, si es que por casualidad fuera a ocurrirseme hacer la colada de forma tan... tan. Y muy odioso, mucho, me recuerda a mis noches de insomnio con la teletienda. No puedo nombrarlo, no puedo. Me resulta imposible. Si es que hay gente entre los pajes que lee en oriental, estoy segura. Hay gente entre los pajes que quiere hacerme rabiar, y lo consigue. Menos mal que en mi carta también pedía cosas intangibles que los Magos en persona se encargaran de hacerme llegar.

Ya estoy esperando a que vuelvan el año que viene. Ay. No es tan fácil que me desanime en esto.

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jueves, 6 de enero de 2011

correo extraordinario



Esta mañana ha sido una explosión de Magia la que ha llegado a nuestra casa. Ha estallado en forma de sorpresa, de risas, de música y alegría. Las copas estaban vacías y la ventana abierta. Las figuritas del Belén han hecho un corro para dejarles pasar con sus cajas; oro, incienso y mirra. Bueno, el oro aquí es azafrán. Una carta escrita con pluma dorada encima de la mesa. Nos conocen, todos los años saben qué necesitamos que nos digan.

En un huequecito en aquella esquina, cuando ya habíamos abierto nuestros regalos, he visto unas cajas con vuestros nombres a máquina y tinta roja. He decidido abrirlos, ya sabéis cuán anónima soy, no puedo hacerlos llegar de otro modo.

Sunsi, el tuyo era la caja más pequeña. Dentro, una tarjeta de algodón verde y tres palabras: confía y espera. Y otra de algodón blanquísimo, "paz" y aún otra tarjeta," gracias". Sarracena, como tú no tienes cuenta ni nada y vas de outsider, te han dejado una cacho caja llena de gaviotas. Ya me dirás qué quieres que haga con ellas, espero instrucciones. Driver, lo tuyo venía sin caja, sin envolver ni nada. Un cuaderno de tapa azul con cincuenta mil páginas en blanco. Pesa una barbaridad, claro. Mariapi,  tu caja es preciosa, como hecha a mano, y dentro óleos y acuarelas  magenta y verde esmeralda. Blimunda, en una bolsita de terciopelo, un acerico y unas semillas. Al abrirla volaron cien mariposas blancas. Tomae, ya te lo imaginas... la tuya era de mucha publicidad por fuera, pero no veas qué magnífica olla rebosante de ideas y cariño. Monty, tu caja también era muy chula, con unos perros de tela que se movían, pero dentro había unas coderas, no sé, creo que de las que se pegan. A las Anas, y Marta, y las demás amigas de Sunsi, también les han dejado algo; en una caja grandota había montones de telas, hilos y más hilos y botones, y cuentos para niños medianos o diminutos. Para Olga y Jesús, que también han venido a vernos, los Reyes han dejado unas musas pequeñitas, muy monas, supersuper listas y con una cara de buenas... Para ti, mi hermana, que miras y callas... un beso.

Pues nada, ahí os lo dejo. No se amotinen para recojerlo que no hay prisa. Tenemos vacaciones hasta el diez. Por fin, un año con tiempo para jugar con los juguetes.

miércoles, 5 de enero de 2011

los he visto






Los he visto, dijo A. aquella tarde de sus nueve años. El cielo está azul, casi marino. Las montañas se recortan en negro, como en un belén. Los he visto, llevan linternas, dijo. Miro por la ventanilla del coche y allí están, bordeando la cresta de aquel pico, en fila silenciosa, a lo lejos. Llevan linternas, es verdad. Yo también los veo.

Después vinieron M. y C. Cuando se acerca el día, no sirven las preguntas en primera persona. Todo será si ellos, los Magos, quieren. Escribimos la carta y la echamos en la oficina de Correos. En la boca del león que se traga nuestros deseos.

La última noche de C., antes de la pregunta en verano, directa y mirándome a los ojos, creía, como tú, que sería la última. La última de los tres, la última. Y me guardé su carta. Puse en el sobre una hoja en blanco, igual que había hecho con sus hermanos. Cuando me acosté la oí entrar en mi cuarto. Se tumbó a mi lado. Tengo miedo, me dijo. La abracé muy fuerte. La noté tan pequeña y tan mayor a sus diez años. Fué la mejor noche sin dormir que he pasado.

Cuando veo a Melchor a lo lejos, grito y grito para que me oiga. Les da mucha vergüenza, pero no me importa. Melchoooooor, Melchooooor... Y cuando pasa, Blimunda, siempre me mira. Y lloro. Esta noche es cuando de verdad recuperamos la inocencia. Aunque la hayamos perdido. No se acaba la Magia. Ni la comida para los camellos, ni las copas para Melchor y Gaspar, que aquí Baltasar sólo toma leche. Cada año nos escriben una carta que no leemos hasta después de comer. Ese día comemos muy tarde, el menú es lento y  nos gusta.

No hay edad para creer, o para empezar a hacerlo. Si me hago vieja, es muy probable, seguiré escribiendo una carta en la que no pediré salud, aunque tal vez no la tenga, sino una colonia, por ejemplo. Y si estoy sola, envolveré el paquete y lo esconderé debajo de un almohadón. Melchor siempre me ha dado motivos, no pienso fallarle.

Cada año les espero. Siempre vienen. Lo único que hago es dejar la ventana abierta.

domingo, 2 de enero de 2011

regalos



He tenido muchos regalos a lo largo de mi vida. De todo tipo. Lo mejor, sin duda, es que me han llegado cuando no los merecía. Cuando no los esperaba.

En nuestro aniversario, un año que estábamos realmente enfadados. Uno de mi padre por sorpresa, lo escondía en el pasillo. Uno de mi hermana, un cumpleaños. Uno que pedí años y años, que llegó cuando pudo. Uno que busqué en los cajones de su armario y no ha llegado todavía. Otro enorme que nunca pedí y vino por triplicado. Otro que no quería, me llegó y aún no lo quiero. Muchos que dejé pasar creyendo que no lo eran. Algunos que aparecieron sin armar lío y se han quedado. Otros que no he aprovechado... 

Nunca son por méritos, nunca. Es una barbaridad decir a los niños que si se portan mal no les traerán nada los Reyes. Yo ya los noto. Os aseguro que vienen cargaditos. También para los niños malos. Casi más para los niños malos.