El post de una madre antisistema (
y aquí pongo el enlace y funciona) me ha hecho recordar mi entrada en el nuevo milenio. Era tal la sensación de que todo iba a cambiar con el 2000, que se me ocurrió poner algo de mi parte. Lo que tenía más a mano, lo más fácil, era decidirme de una vez por todas a cortarme la coleta que antes fue trenza y llevaba desde los tiempos de maricastaña. Pero como no quería un cambio de look cualquiera anuncié a bombo y platillo, entre mi madre y hermanas claro, que iba a ir a la peluquería. No a una peluquería cualquiera. Iría a que me renovara por completo la imagen el peluquero que me peinó el día de mi boda. Por entonces, 14 años antes, era un buen peluquero sin más. Pero se había convertido en famoso y conocido entre los figurones... de mi ciudad.
Cuando voy a hacer algo que me resulta difícil o me incomoda, me entran a veces unas energías paranormales y me convierto en un apisonadora de fuerza, decisión y arrojo... Aún no había cruzado la puerta y ya pregunté por el peluquero. Por supuesto quería que fuera él quien me atendiera. Salió de un salón interior y me miró entre sorprendido y asqueado. Conste que yo me había arreglado ese día y me encontraba bastante mona. Y ahí empiezo yo a hablar como una ametralladora; le digo mi nombre, le recuerdo el moño de mi boda catorce años antes, le pregunto si se acuerda... me mira. Le explico cuál es el motivo de mi visita, le hablo del nuevo milenio y él... llega un momento en que me dice "ponte una bata".
La bata era negra y me pasaron al baño para que me cambiara. Yo seguía decidida, muy claro todo. Me lavaron y pasé al tocador, que era hollywoodiense total. Rodeado de bombillitas el espejo y cien o más tarritos de todo tipo de pociones mágicas y maravillosas. Leí algunos envases y lo que prometían mientras esperaba la llegada del mago peluquero. Yo seguía confiando en todo aquello, pero tanta bombilla, no sé, empecé a sentirme rara. Me entretuvo una chica encantadora a la que por supuesto le conté también lo del milenio, la coleta y... estaba muy nerviosa y no quería que se notara. Yo creo que no se notó. Me peinó con el pelo limpio y muy mojado: raya en medio, liso, larguísimo entonces. Me lo dejó aplastadito, pegado a la cara, lánguido del todo. Yo me miré en aquel espejo de las estrellas y vi la realidad. Pero bueno, de eso se trataba, venía dispuesta a ser una nueva mujer para el nuevo milenio.
¿Qué querías hacerte? dijo Tono.
Como ya le había contado el rollo del milenio y mi valentía empezaba a decaer , me salió la Lolo real. Quiero un cambio, pero no muy corto, que me lo pueda peinar bien en casa, que no necesite mucho retoque, que me pueda coger la coleta, no quiero flequillo, que me de un aire un poco diferente, no quiero flequillo, que me favorezca pero...
Extiendió sus manos hacia mi cara y me aplastó aún más el pelo, me peinó las cejas hacia abajo también y me dijo...Todo para abajo ¿lo ves? toooodo para abajo, esto es lo que tú tienes que cambiar. Mientras lo decía me aplastaba más y más el pelo y los mofletes y las cejas. Y yo me miraba aterida en el espejo de las estrellas sin saber qué hacer... Y las perlas y todo beig. Tú no puedes dar un cambio si te empeñas en seguir así. Las perlitas, la coleta, todo para abajo... ¿ves? Y yo me seguía mirando entre las bombillas y los tarros y me estaba mareando de rabia. Lo malo es que me parecía verdad lo que decía. Me miraba y me daba una pena horrible, todo para abajo. Las arrugas, las cejas, el pelo, hasta las orejas me parecía que caían hacia abajo.
Y entonces cogió las tijeras y dijo: yo sé lo que tú necesitas. Un cambio de look empieza por dentro, tú no puedes seguir con las perlitas y el beig, el melenón y el mismo marido de hace catorce años. Ahí me fundí, me fundí del todo. Pero las fuerzas paranormales, ya se sabe, paralizan . Luego me di cuenta de que tendría que haberme levantado e ido. Con la bata puesta y el pelo mojado y mi dignidad. A la calle, a casa. A empezar el milenio con el pelo aplastado. Me lo preguntaron mis hermanas ¿y no te fuiste?
Pues no. Me quedé allí sentada con cara de mema y dejé que aquel impresentable me cortara el pelo. Hay cosas que dijo que no puedo contar. Sólo diré que me habló de ropa interior y de otros cambios de por dentro que él consideraba esenciales si quería renovarme. Y lo aguanté todo, todo, delante de las bombillitas y con las cejas para abajo y las arrugas y el pelo mojado y en desorden. Salí de aquel aciago lugar con una melenita capeada y estúpida. Y con flequillo. Me cobró un congo y me despidió en la puerta con una sonrisa triunfadora. Dijo que no se acordaba del moño de mi boda.
Empecé el milenio como pude, entre arrepentida e iracunda. Pero todo aquello quedó en nada porque en diez años ya me creció el flequillo. Y llevo los mismos pendientes. Sí, fue muy gracioso. Cuando cumpla mis bodas de plata volveré a visitar a Tono. Estoy preparada.
Dedico este post a mi hermana, sí tú, que sé que me lees y te acuerdas de lo que nos reímos de aquel día.
Y a Sunsi, para que hable de mi capacidad de síntesis.